El mal comportamiento de un niño es la expresión de un malestar que no está siendo resuelto y es en este punto cuando nos preguntamos por qué mi hijo se porta mal.
Para entender a nuestros hijos, resulta útil imaginar su comportamiento como la punta de un iceberg. Ese bloque de hielo no es sólo la parte que se ve, la que sobresale del agua (conducta) sino que hay una parte mucho más grande debajo y que los barcos deben tener en cuenta a la hora de navegar.
Por lo tanto, la pregunta clave que debemos hacernos para ayudar a nuestros hijos a mejorar su comportamiento es, ¿qué hay bajo la punta del iceberg? o de otra manera, ¿por qué mi hijo está necesitando comportarse así en este momento?
¿Por qué mi hijo se porta mal?
Todos los seres humanos llegamos al mundo programados para la satisfacer unas necesidades básicas, imprescindibles para nuestro bienestar y desarrollo óptimo.
En la infancia, son los padres los responsables de cubrir estas necesidades, ya que el niño no es capaz de hacerlo de modo independiente.
Las necesidades de los niños son las siguientes:
- Necesidades fisiológicas: Respirar, dormir, comer alimentos sanos y nutritivos y evacuar deshechos de forma regular.
- Necesidad de seguridad: Tener unos padres que se preocupen por ellos y la confianza de que harán todo lo necesario para su protección y bienestar.
- Necesidad de pertenencia y amor: Formar parte de un grupo y sentirse amados incondicionalmente por el mismo.
- Necesidad de reconocimiento: Sentirse valorados, útiles, capaces, importantes y tenidos en cuenta.
- Necesidad de autorrealización: Movimiento, creatividad, juego y espontaneidad.
Cuando el niño no logra que sus cuidadores comprendan y cubran sus necesidades sobreviene en él un sentimiento de indefensión e incapacidad muy difícil de tolerar. Por eso acaba portándose mal como única manera de expresar su malestar.
¡Cuidado! El niño no suele ser consciente de estos sentimientos, y si le preguntamos por qué se porta mal contestará diciendo que no lo sabe o excusándose. En realidad, actúa así porque no sabe hacerlo de otra manera.
¿Qué podemos hacer ante la mala conducta de los hijos?
Hay dos caminos muy distintos que podemos elegir: Castigar al niño o motivarle.
El uso del castigo y la intimidación son métodos efectivos a corto plazo. Sin embargo, a largo plazo conllevan efectos nefastos en los niños: piensa que es malo y no vale para nada, quiere vengarse o evitar ser pillado en el futuro, experimenta sentimientos de injusticia e ira o decide no repetir la conducta, pero lo hace por miedo y porque se siente intimidado, no porque realmente haya interiorizado unos principios éticos.
Por lo tanto, con el uso del castigo podemos ganar una batalla, pero inevitablemente estamos perdiendo la guerra.
Es falsa la creencia de que los niños aprenden sufriendo por eso es más eficaz a largo plazo motivar al niño orientándole hacia una conducta útil.
¿Cómo motivar a un niño que se porta mal para cambiar su comportamiento?
- Intenta averiguar qué necesidad está intentando satisfacer con su comportamiento (busca atención, busca afecto, no se siente tenido en cuenta, valorado o aceptado). Esto nos dará la clave para ayudarle.
- Ayúdale a poner en palabras lo que está sintiendo y lo que realmente hay detrás de su comportamiento. Debemos hacerlo cuando haya pasado el conflicto y esté tranquilo, en privado, desde la comprensión, sin regañar, sin reprochar, sin juzgar ni avergonzar.
- Explícale con amabilidad el principio ético que le quieres transmitir. Aquí es imprescindible que seamos consecuentes y les enseñemos cada día desde el ejemplo.
- Elimina las etiquetas: “Si a un león le dices que es una hormiga, actuará como una hormiga”
- Admite tu parte de responsabilidad en el problema y pídele disculpas si crees que has fallado en algo.
- Pídele ayuda para cambiar las cosas, pregúntale cómo puedes ayudarle.
- Dale opciones dentro de los límites establecidos: Irle dejando tomar pequeñas decisiones es muy importante, porque le hará sentirse importante, y le irá educando en la responsabilidad, más que en obediencia.
- Hazle saber que te importa, que estás ahí para él y que le aceptas tal y cómo es, más allá de cómo se comporte.
Aunque nos cueste, pues es como a muchos nos han educado, el castigo no debe ser nuestra respuesta al mal comportamiento del niño, porque el objetivo es que el niño aprenda de sus errores, no que pague por ellos.
Si has intentado ayudar a tu hijo mediante estos pasos y no te han funcionado o por alguna razón no te sientes capaz de llevarlos a cabo, consulta con un profesional de la psicología infantil.
Beatriz Reguera Álvarez
Psicóloga en Tu Psicoterapia Madrid